Emmanuel Carrère, en su ensayo El estrecho de Bering (Anagrama, 2023), explora las ucronías como una forma de narración que nos permite examinar los senderos no tomados de la historia. Según Carrère, las ucronías pueden surgir de una necesidad de revisar el pasado, de censurar lo que realmente ocurrió en favor de lo que debió ser, o, en un acto de pura neutralidad nihilista, pueden ser un juego especulativo que se pregunta: “¿Qué hubiera pasado si…?”.
Esta segunda modalidad es la que adopta Laurent Binet en Civilizaciones (2021). En esta novela, Binet imagina un escenario donde no son los europeos los que colonizan el Nuevo Mundo, sino los incas quienes conquistan Europa. La ucronía que Binet propone se apoya en la premisa de que, tras perder la guerra de sucesión contra su hermano Huáscar, Atahualpa huye hacia el norte, encuentra las carabelas de Colón, que en esta línea temporal han fracasado en su misión, y con la ayuda del oro de su imperio y la pericia de un prestamista holandés, logra invadir Europa.
Siguiendo la lógica de Carrère, podemos ver que Binet no está tanto interesado en corregir el pasado como en jugar con él, explorando las consecuencias de este desvío en el relato historiográfico tradicional. En vez de buscar una versión “mejor” o más justa de la historia, Civilizaciones se entrega al ejercicio de imaginar los giros y reveses del destino en su dimensión más caótica. En lugar de una corrección moral, lo que nos ofrece Binet es una provocación: si los europeos, con todo su poderío bélico y tecnológico, no hubieran logrado imponerse, ¿cuán distinta sería la Europa que conocemos hoy?
La historia que Binet despliega no es solo una inversión de los roles históricos. Lo que logra con esta novela es sumergirnos en un mundo en el que la lógica interna del poder y la conquista se mantiene intacta, pero los actores principales han cambiado de lugar. Aquí, Atahualpa no es un víctima de la brutal maquinaria colonial; es él quien, gracias a las circunstancias y un inesperado aliado holandés, puede tomar ventaja de las debilidades de Europa y someterla con la misma eficacia con la que los conquistadores españoles dominaron el Tahuantinsuyo. Este simple pero profundo cambio de roles nos obliga a repensar lo que damos por sentado en la historia.
Carrère sostiene que las ucronías tienen la capacidad de desestabilizar nuestra percepción del pasado, y Binet lo hace con maestría. Al plantearnos una alternativa en la que el oro inca financia la conquista de Europa, Binet nos invita a preguntarnos: ¿cuán sólida es nuestra narrativa histórica? Si un solo evento, como el triunfo de Colón o la derrota de Atahualpa, puede alterar tan profundamente el curso de la historia, ¿qué dice esto sobre nuestra capacidad para comprender el pasado?
El relato de Binet no solo es una obra de imaginación brillante, sino también un comentario crítico sobre el poder de la narrativa. Al igual que Carrère, quien sugiere que la historia oficial no es más que una versión posible de muchos futuros descartados, Binet nos recuerda que la historia que conocemos podría haber sido otra. Con este simple cambio de perspectiva, Binet revela las grietas en la supuesta solidez de nuestro pasado colectivo y deja entrever que la historia, lejos de ser fija, es un continuo juego de posibilidades.