Zulawski o la restitución del tiempo a su forma metafórica 

Zulawski

El periplo que sufre el director y el elenco de actores en la producción de esta película bastaría para disfrutarla sin prejuicios políticos ni estéticos (en lo personal me atrajo también el hecho de que sea una de las pocas películas que tienen 100 % de aceptación en Rotten Tomatoes a pesar de tener escenas altamente crueles). En ese sentido, es un caso similar a varias de las películas de Herzog que resaltan más por las vicisitudes rocambolescas de su preproducción y rodaje. 

Se trata de El globo de plata, de Andrzej Zulawski. La historia dice así: a mediados de los setenta, el Gobierno comunista polaco quiere traer a casa a uno de sus más aclamados intelectuales: Zulawski, quien, a la postre, vive el triunfo arrollador de su ópera prima en París: Lo importante es amar de 1975. Para atraerlo, le promete subvencionar una de sus películas sin ningún tipo de censura, control o límite presupuestario. 

Zulawski acepta el reto y decide escribir un guion de ciencia ficción basado en una novela homónima de su tío abuelo, que formaba parte de La trilogía lunar (1903). Un ególatra narcisista como Zulawski y sin ningún tipo de trabas económicas ni morales, da rienda suelta a una de las películas más violentas, alucinadas, bizarras y caras de la historia del cine.

Y allí no acaba todo; pues estamos ante una película fallida. El ministro Janusz Wilhelmi, al enterarse de la magnitud de la empresa y del desquicio del director, cortó la financiación, la censuró y quiso destruir los negativos. Zulawski logró poner a salvo las cintas y parte del vestuario. Terminó su película luego de once años de la primera edición y la estrenó en Cannes en 1988. De este modo, las vicisitudes del rodaje pasan a formar parte de la trama, rebasando ya la línea fronteriza con el documental.

Hasta aquí el tras cámaras. La película nos narra cómo un grupo de astronautas llega a un planeta desconocido, lo habita y lo puebla poniendo en marcha una nueva historia de la humanidad; por tanto, seres de un futuro distópico y avanzado son al mismo tiempo la simiente de una génesis anacrónica y retrógrada1.

La trama recurre, en las casi tres horas que dura el filme, a mitos, ritos, shamanismo, mesianismo, barbarie, sectarismos, conocimiento vetado, profecías, que generan en el espectador un discurrir histórico que se precipita con urgencia hacia un futuro ya caminado y conocido que se mantiene como un recuerdo o un eco de una Tierra lejana ya, olvidada. La única diferencia de este mundo con la Tierra es la presencia de una casta de seres vernáculos (Sherns), con aspectos de buitres gigantes de un solo ojo, más inteligentes, pero torpes y burdos, que luchan sin cuartel con la humanidad recién llegada.

De entre los elementos que más llaman la atención de este largometraje está la distorsión del tiempo en, al menos, cinco formas claramente definidas (guiño a Genette).

1 Elipsis circunstancial: Se trata del salto de los setentas (en que se filma la mayor parte de la película) hacia los ochentas en que se completa la quinta parte que faltaba de la película, pero con la voz en off del Zulawski. Esta voz en off viene acompañada de imágenes de la vida cotidiana polaca (transeúntes caminando, esperando el metro, etc.) que hacían un fuerte contraste con el tono ya narrado. En la escena final, por ejemplo, podemos ver a un Zulawski caminando por las calles de Varsovia, cámara en mano, hasta enfocarse unos segundos a sí mismo frente a una puerta vidriera. Este hecho convierte a la película en un experimento metaficcional que rebasa la diégesis febril del guion. Esta elipsis forzada nutre al largometraje de un efecto “cuarta pared” impresionante, pues cada intromisión de la voz del director nos recuerda que estamos ante una ficción que ha vencido la censura comunista que vivía la Polonia de los setenta.

2 El tiempo se acelera en el nuevo mundo: Los seres que nacen pasan de la niñez a la adultez en pocos años. De modo que la primera tripulación observa cómo los habitantes se multiplican y se expanden por todo el territorio organizando pequeñas e incipientes comunidades. Los tripulantes, en cambio, envejecen lentamente y, por esta circunstancia, son considerados semidioses inmortales.

3 Retrofuturismo: Mezcla de una idea de futuro (viajes interplanetarios, tecnología avanzada, aura post-punk, futuro distópico-apocalíptico) con un regreso abrupto a las primeras comunidades, a un neolítico espantoso.

4 Escenografía, vestuario, iluminación, color:  Se sabe que los actores tuvieron que trabajar en cuevas tres kilómetros bajo tierra, ante un calor excesivo e inhóspito. Asimismo, Zulawski quiso que cada toma fuera una obra de arte por sí misma. El color azul, por ejemplo, atraviesa todo el filme. Este color se convertiría en una de las características del cine de los países comunistas de la cortina de hierro europea: Solaris, Stalker, la checoslovaca Ikarie XB1, Zardoz de John Boorman. Notemos cómo también en películas contemporáneas como Atomic Blonde (2017), se recurre a este filtro para ambientar una Guerra Fría setentera. Este filtro azul contrasta con las imágenes violentas que abundan en el largometraje, la sangre aparece de un color violeta que amortigua el impacto sensorial y expresivo de estas escenas.

5 Relato dentro del relato: Al menos la mitad de la película es la reproducción de un video que ha sido encontrado por la expedición de rescate. Por tanto, asistimos a un tiempo encapsulado y epiférico; el espectador adquiere el punto de vista que corresponde a aquellos que han hallado el video.

En la segunda parte de la película, aparece el astronauta Marek quien tiene la misión de descubrir qué ha pasado con la anterior tripulación. Es recibido como Mesías por este nuevo pueblo. Él tiene el deber de liberarlos del yugo de los Sherns, tarea que superará sus fuerzas o sus ínfulas, llevándolo a un fracaso contundente.

Todos los diálogos poseen un eco poético apocalíptico delirante, de modo que la acción se resuelve o muere en una larga reflexión o monólogo sobre el ser y su lugar en el mundo y en el tiempo. Los ecos judeocristianos son obvios hacia el final de la película. Los empalamientos de los rebeldes se traducen en una cruel y falsa redención.

Zulawski vuelve a insistir en tópicos que ya había abordado en otros largometrajes como Posession de 1981: la existencia de seres malignos, diabólicos, con obsesiones escatológicas que nos recuerdan las películas de Cronemberg, una pulsión sexual que desborda la capacidad corpórea de los protagonistas hasta debilitarlos y destruirlos.

Como toda epopeya, la película articula de forma coherente el macrorrelato con la anécdota íntima. La consolidación de un imperio que se impondrá ante los Sherns fracasa por problemas introspectivos que tiene Marek y que no es capaz de manejarlos. Sus propios subalternos se darán cuenta del engaño y darán muerte a su rey.

El globo de plata es una película que se rebasa a sí misma. Todo… guion, interpretación, trama, escenografía, edición, cae ante el pulso obsesivo y creativo de un director cuya grandilocuencia fue hasta más allá de la coyuntura de la Polonia setentera y ochentera, más allá de la ceguera de creer que se trataba de una película con un mensaje antidictatorial y anticomunista entre líneas. No, señor. El globo de plata es poesía en imagen, es violencia reducida a su más inmediata exquisitez y, sobre todo, es la masturbación de un artista que se sabe inalcanzable en su visión del tiempo.

  1. Una de las escenas más famosas de Odisea del espacio de Kubrick (1968) es su gran elipsis que resuelve, en un segundo, millones de años desde el amanecer del hombre hasta un futuro de viajes galácticos. Pues bien, Zulawski hace lo mismo, pero al revés: seres de un futuro de viajes galácticos llegan a un planeta y comienza el amanecer de una nueva humanidad.
    ↩︎
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